“Si bien es cierto que un artista y su obra son evidentemente indisociables, sería un error pensar que István era el reflejo de sus pinturas: perverso, violento, egocéntrico, asocial. Era todo lo que su obra no era.” (Ange Sándorfi)
La pintura, como cualquier otra manifestación artística, es una forma que tiene el artista de expresarse y sacar a la luz su mundo interior. En el caso de István Sándorfi, esa forma de expresión era llevada al límite definiendo y condicionando toda su vida.
De entre todo su magnífico legado, no he sido capaz de escoger una única obra con la que mostrar, como he hecho con otros autores, sus fuentes de inspiración. Su inspiración eran sus propios sentimientos y no puedo limitarme a mostrar una sola obra.

«Les palettes d’oxymel», 1997-1998
A István no le gustaba que le definiesen como un pintor hiperrealista, en realidad, negaba cualquier encasillamiento de su obra: “No tengo el menor interés por las clasificaciones que intentan meter a los artistas en compartimentos o, mejor, en ataúdes, para enterrarlos en un cementerio de referencias, de forma que la gente tenga la impresión de que así conoce la historia de la pintura. La pintura no es una cuestión de conocimientos, sino de sensibilidad, y eso no se enseña ni se aprende.”
Una característica de sus pinturas es que, en la práctica totalidad de sus cuadros, aparecen partes de los cuerpos desdibujadas, borradas de forma intencionada o incluso ausentes. Respecto a este tema él afirmaba: “Es una forma de mostrar que pinto el espíritu, no el rostro. El rostro es solo una herramienta a través de la cual puedo expresarme. Yo siempre expreso lo mismo: a mí mismo. El tema es un pretexto, una excusa. El espíritu y los sentimientos no pueden pintarse o expresarse. Son conceptos abstractos. Necesito un vehículo que pueda utilizar para mostrar mi espíritu. La deformación se utiliza normalmente cuando no eres capaz de expresarte completamente a través del realismo, ese es el motivo de la distorsión”.

«Scène d’intèrieur- Le pardon», 1987
Cuando en una entrevista le preguntaron cómo surgía una idea en su mente para plasmarla en el lienzo, István respondió: “No hay ideas, no me gusta la palabra ‘idea’, después de todo, siempre pinto lo mismo”.
En su primera etapa, y durante quince años, István representó exclusivamente su propia imagen. Distintas posiciones y expresiones muy forzadas, su cuerpo fragmentado, obras muy agresivas e inquietantes. Solo se pintaba a sí mismo, él era su único modelo, acción que llevó a que le clasificaran como un autor narcisista y sadomasoquista. Una calificación que le hirió profundamente porque su intención no era recrearse en su propio cuerpo, él pretendía expresar sus sentimientos, sus emociones, sus sentimientos. “Pinto el espíritu, mi propio espíritu”.

«Sweet home», 1985

“Mi cuerpo era una herramienta para expresar una individualidad, no a mí mismo sino a la individualidad de cada ser. Fue un malentendido muy doloroso. Después de eso solo he pintado a mujeres. No pinto mujeres porque me parezcan bellas, aunque sí me lo parecen, sólo utilizo modelos femeninos para no crear pinturas crueles porque conducen, o al menos pueden conducir, a malentendidos”.
Aunque no le gustaban los tópicos lo cierto es que incansablemente repetía ciertos temas e iconos en su obra. Pero él transformaba estos elementos otorgándoles un nuevo significado. Por ejemplo, si pintaba unas gafas, cubría los cristales con una capa de pintura opaca con lo que las gafas tradicionales perdían su función convirtiéndose en una metáfora.

«Le silence d’Adele»

«Yeux Safi»

«Angelus Nepharene»

«Madeleine»
Llama la atención elementos comunes en sus cuadros, además de la representación insistente de su propio cuerpo, múltiples retratos femeninos cuya característica común es envolver sus cuerpos con una “capa”, como él definía a las telas que utilizaba, para que no reflejase ninguna época concreta, para que fuesen seres atemporales.
Otros elementos característicos de su obra son la representación de sus “herramientas” para la creación; caballetes, su paleta, pinceles, el reverso de sus lienzos y, sobre todo, la pintura material con la cual “mancha” a sus modelos.

«Alizarine», 1994

«Hommage á Nepharene», 1993
Él fue su propia fuente de inspiración… Si bien todos los artistas expresamos nuestro mundo interior, solemos inspirarnos también en el mundo exterior, en nuestras vivencias, en nuestras impresiones sobre el mundo que nos rodea. Algunos autores vuelven sus ojos hacia la historia, la religión o la mitología. Otros beben de la literatura o de la naturaleza, pero István solo tenía que encerrarse en su estudio y extraer su inspiración desde su propio yo interior.

«Pascalange», 1997-2004
Copyright © Cinhalam.
Todos los derechos reservados
Bibliografía: