La lucha contra el olvido es una obsesión del ser humano desde el principio de los tiempos.
El olvido de nuestra existencia nos aterra.
Nuestra vida perecedera nos resulta insoportable.
Por ello, a lo largo de nuestra vida nos esforzamos por dejar nuestra huella. Las artes son una muestra de nuestro deseo de inmortalidad, no solo de nuestro nombre, sino de lo que una vez hemos sentido. Sentimientos impregnados en una pintura, una escultura, un libro, una reflexión escrita, una película o cualquier medio por el que se nos recuerde y nos haga permanecer.
No solo nosotros queremos ese pedazo de inmortalidad, también las personas que alguna vez nos han amado.

Esta reflexión acude por una estatua que se encuentra adornando un panteón en el cementerio de Pereiró, en la ciudad de Vigo (Pontevedra) y en la que está inspirada la pintura que os muestro hoy.
Cuando alguien querido desaparece, el ser humano se resiste a dejarlo marchar, y una muestra de ello es el desarrollo del arte funerario. Esculturas hermosas y desgarradoras que adornan los cementerios, acompañando a panteones suntuosos, o a tumbas discretas señaladas con un nombre y una fecha. Se intenta, no solo homenajear a la persona que no está, sino recordarla y expresar nuestro dolor y nuestra pérdida, compartiéndolo con aquellos desconocidos que la contemplan, para que puedan sentir parte de ese desgarro.


La escultura está realizada en granito y transmite belleza, dulzura y una profunda nostalgia. Desconozco quien fue el autor, si la diseñó mediante su imaginación o a petición del doliente. Lo que si sé con certeza es que fue hecha para el recuerdo, señalando una tumba para que esa persona no se pierda en el olvido.
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